Fantástica la historia que nos envía Diego Moreira, sobre la plaza de garaje número 17, su historia, la historia del subterráneo de Rosalía de Castro.
Dedicado a ese niño explorador y a la vecina del edificio.
Cuando era pequeño, yo no era como el resto de niños, a mi no me gustaba el fútbol, a mi gustaba vivir aventuras.
Una de estas aventuras era bajar con unos amigos, desde Travesía de Vigo a la antigua vía del tren y seguirla hasta la entrada de un enorme túnel cerca de García Barbón.
La entrada era enorme y la oscuridad de su interior nos invitaba a demostrar nuestro valor. Así que entrabamos todos juntos, con ayuda de una pequeña linterna.
Según avanzábamos, el túnel iba girando a la derecha, así que rápidamente dejábamos de ver la luz de la entrada y el grupo se iba haciendo un poco más compacto.
El túnel tenía varios tramos secundarios en su interior, mucho más pequeños, donde podíamos entrar a gatas.
Jugábamos a ver quién se atrevía a llegar más lejos a oscuras. Dejando como prueba una rama al final del recorrido.
También se podía ver varias garitas de protección en los laterales.
Y en algunos tramos, pequeños desprendimientos en el techo o en laterales.
Lo más curioso era el final del túnel, estaba tapiado, con un pequeño respiradero en la parte superior. Siempre nos amontonábamos junto a la pared para intentar ver lo que había al otro lado.
A día de hoy, la entrada del túnel está cerrada, pero seguimos teniendo ganas de saber lo que hay al otro lado.
Decidimos dar una vuelta por el barrio y preguntar a varios vecinos, con la suerte de encontrarnos con una señora que vivía en uno de los edificios construido sobre el túnel.
La señora, que venía del supermercado, tuvo la confianza suficiente para contarnos la historia del túnel, pero no la suficiente para dejarnos que le ayudáramos a llevar la compra.
Con mucho cariño por el recuerdo, nos acompañó por Rosalía de Castro para contarnos cómo el antiguo tren del pescado, atravesaba el túnel de García Barbón, y salía justo donde ahora se encuentra su edificio, continuaba por la antigua calle Roupeiro, y acababa en el muelle del comercio.
Nos contó también cómo era antes el antiguo barrio del Roupeiro y como fue creciendo Rosalía de Castro, hasta tapar la salida del túnel, y como esa parte del túnel se acabó convirtiendo en un garaje.
Cómo se llegó a olvidar el túnel hasta la construcción de un parking subterráneo que tuvo que hacerse algo más pequeño o lo que tiembla el edificio cada vez que pasa un vitrasa.
Le daba pena no poder acompañarnos para enseñarnos la entrada del túnel, pero sí nos dio las indicaciones necesarias para que consiguiéramos llegar.
Así que, por fin, pude descubrir lo que había al otro lado, una plaza de garaje, el número 17, posiblemente el garaje más antiguo y con más historia de toda la ciudad.