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Daniel Rodríguez ha sido uno de los más precoces, activos y sorprendentes bateristas de jazz surgidos en los ’90 y establecidos con gran presencia en la escena de la década del 2000.
Su dinámica percusiva, carácter y personalidad lo convirtieron en un nuevo “niño terrible” del post-bop, y aunque fue activo sideman su enfoque lo reubicó como un verdadero solista en los proyectos de jazz en que trabajó.